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zaragoza rebelde – 1975, 2000 – movimientos sociales y antagonismos

BOICOT AL TRANVIA EN EL BARRIO DE TORRERO

Una de las primeras luchas de masas durante el franquismo en Zaragoza fue la movilización de los vecinos del barrio de Torrero contra el recorte del servicio de tranvía Torrero-Delicias. Tradicionalmente, esta línea atravesaba el centro de la ciudad para comunicar dos barrios emblemáticos; el recorte ponía punto final al recorrido en la Plaza de Aragón.
El carácter masivo de la movilización expresó la rebeldía de los vecinos contra las decisiones impuestas a los ciudadanos. Entonces no existían asociaciones de vecinos, y los trabajadores de la ciudad todavía no tenían capacidad de movilización, a causa de la destrucción de los sindicatos de clase por el fascismo y su sustitución por el sindicato vertical. La movilización fue una rebeldía contra la falta de libertades y contra la prepotencia del Ayuntamiento nacional-católico. El tranvía era el medio de transporte popular por excelencia, su famosa trabuca (subirse al parachoques trasero) permitía el desplazamiento gratuito de muchos jóvenes y además era una de las pocas diversiones posibles en medio del asfixiante régimen.

Tranvia

Además, en la imposición de la medida, muchos vecinos vieron un claro presagio de la inminente desaparición de tranvías y trolebuses. Nueva muestra del atraso social y cultural en el que el franquismo hundió a la ciudad a partir de julio de 1936. Precisamente cuando se fraguaba la crisis del petróleo de 1973, la élite franquista se dispuso a entrar en la era del autobús y el combustible orgánico, desechando con su miopía y avidez pecuniaria habituales, la energía limpia, la vía fija y la belleza del tranvía. Esta élite buscaba enriquecerse a toda costa, celebraron los veinticinco años de la paz de los cementerios con el inicio de la urbanización, a costa de los desequilibrios territoriales y el abandono de los pueblos.
Las consecuencias las vemos hoy con desolación en el urbanismo, la ecología y la calidad de vida. Entonces para ellos nada mejor que suprimir tranvías y trolebuses para sustituirlos por autobuses propulsados con petróleo y preparar la ciudad  para su invasión por los coches.
Conscientes de la sensibilidad de los vecinos con la problemática del tranvía, un grupo de vecinos que formaba el Comité de Barrio todavía en la clandestinidad, se planteó convocar una movilización para boicotear el tranvía, animando a los vecinos a no subirse como medio de protesta activa.
El Comité canalizaba las reivindicaciones de los vecinos de Torrero y  luchaba para conseguir la constitución de Asociaciones de Vecinos; la Ley de Asociaciones había sido promulgada en 1964 pero la dominación franquista no daba facilidades para promover asociaciones a quiénes pretendían hacerlo con orientación democrática. El Comité celebraba sus reuniones en casas particulares; en ellas  participaban dos conocidos clérigos franciscanos y vecinos del barrio, formando un grupo de unas doce personas sensibles con la desaparición del embarcadero, los puentes bajos que impiden el tránsito de embarcaciones por el Canal Imperial, la problemática del transporte público y la especulación inmobiliaria. El Comité fue precursor de iniciativas y luchas que se plasmaron más adelante en el gran movimiento vecinal contra el Plan Parcial del Polígono 37, y los intentos de convertir el barrio en zona residencial para ricos.
El Comité de Barrio convocó al boicot, mediante octavillas salidas de una preciada vietnamita, como una manera de llamar la atención de los vecinos. Alguno de los miembros del Comité era partidario de acciones duras, como volcar tranvías, a semejanza de la acción directa realizada en la huelga de tranvías de Barcelona el año 1951. Votada la propuesta no salió adelante y se convocó un boicot pacífico.
Ningún miembro del Comité esperaba el éxito del boicot propuesto, sin embargo la tarde de la convocatoria los vecinos secundaron el llamamiento y dejaron de usar el tranvía masivamente.
Se produjo la intervención de los grises, quiénes aporrearon con saña a varios vecinos junto al callejón de la Avenida de América. Sus fuerzas estuvieron presentes toda la tarde para impedir el agrupamiento de vecinos. Pese a la contundencia policial los tranvías circularon completamente vacíos, los vecinos se agolpaban en las paradas, sobre todo la que había en la entrada del mercadillo de Torrero frente a la iglesia de los franciscanos. Al agruparse en las paradas simulando esperar el tranvía los vecinos evitaban por momentos la acción represiva de los grises y prorrumpían en gritos de protesta, gritando: “¡Tranvía hasta Delicias!”, cada vez que pasaba un convoy llevando como único ocupante al conductor.
El evento fue exitoso bajo el punto de vista de la movilización de los vecinos de Torrero, muy poco frecuente en aquellos momentos; pero si bien los ciudadanos de Barcelona lograron evitar con su protesta de 1951 la subida de las tarifas, los vecinos de Torrero no consiguieron que el tranvía siguiese circulando hasta el barrio de Delicias.
Aunque, ciertamente, protagonizaron un acto de resistencia que aunaba la rebelión contra las concepciones franquistas de ciudad y los sentimientos positivos hacia el tranvía. Como si los vecinos intuyesen que antes de cuarenta años el tranvía volvería a las ciudades, y que los inconvenientes actuales sobre la conveniencia  de instalar de nuevo tranvías en la ciudad, provendrían, en su mayor parte, de los herederos políticos de las ideas y métodos franquistas.

Alberto Giménez