zgz rebelde

zaragoza rebelde – 1975, 2000 – movimientos sociales y antagonismos

TRAYECTORIA POR LA LIBERACIÓN SEXUAL

Para mí, el recuerdo de mi trayectoria del “despertar político” está íntimamente  ligado a personas. Personas que conocí hace más de veinte años cuando llegué a esta ciudad procedente de una pequeña capital de provincia, como tantos otros y otras, para “labrarme un futuro”. La experiencia fue rotunda en todos los campos: saboreé la libertad que suponía una habitación propia, no tener la vigilancia estrecha de la familia, vermús interminables en los que “otro mundo era posible”, etc. También sufrí el desencanto de una Universidad en la que académicamente yo había volcado muchas expectativas, y también  me apunté a todos los actos reivindicativos acordes con mis ideas… pero sobre todo conocí a personas que abrieron mis sentidos y sembraron la necesidad de indagar y cuestionar. De algunas de estas personas me enamoré; casualmente eran mujeres como yo.
Qué duda cabe que esto (una opción sexual diferente a la mayoría), suponía en aquel momento (finales de los ochenta) una condición minoritaria  y en algunos casos arriesgada. Si ya por aquel entonces empezaba a comprender que lo personal y lo político estaban unidos, con mi despertar sexual  quedó grabado en mi identidad; no podía separarlos.
Entonces comencé a indagar, a buscar iguales en mi entorno, porque lo que yo vivía no podía ser antinatural. Comencé asistiendo a alguna charla del Frente Feminista que en aquel entonces se reunía en la primera sede de la Asociación de Vecinos del Casco Viejo (C/ San Vicente de Paúl, no recuerdo el número); aquello no me bastó, fue muy instructivo pero necesitaba algo más cercano a lo que yo estaba viviendo. Aunque pueda parecer ingenuo ahora, necesitaba constatar que otras vivían y sentían como nosotras. En ese momento  ya tenía compañera y entre las dos llegamos a la conclusión de que no había que buscar, había que crear; entre otras cosas porque no había, y porque creíamos en el poder del  colectivo como motor de cambio. Aún no se había acuñado el término “salir del armario” pero nosotras-os queríamos simplemente poder expresar nuestros sentimientos sin temor.
Comenzamos a conversar con personas que conocíamos y que acudían a algunos bares calificados como de “ambiente” (gay-lésbico); fundamentalmente eran hombres y algunos de ellos se apuntaron a formalizar un colectivo de tipo asambleario y mixto por la liberación sexual el GLGL (Grupo de Liberación de Gays y Lesbianas). Y es aquí donde ubico geográficamente esta pequeña trayectoria, el punto de arranque de toda la lucha por la liberación sexual que yo conozco en esta ciudad: La Casa de la Paz, edificio precioso ubicado en el Paseo Sagasta que tantos de vosotros y vosotras frecuentasteis.

Ni se te ocurra privarte!

Sería el año 1989 o 1990 cuando nos plantamos allí con nuestro colectivo, no tengo claras las fechas; lo que sí recuerdo nítidamente era el bullicio que había en ese edificio. La entrada y salida constante de gente, los carteles, las fiestas, la libertad, el jardín que rodeaba la casa prácticamente abandonado,  el suelo de madera en bastante mal estado y sobre todo la sensación confortable de estar en un espacio propio, contando los otros grupos con nosotros, y nosotros-as con ellos.
En el GLGL éramos muy pocos y predominaban los chicos; nuestro objetivo fundamental era debatir sobre nuestra realidad e iniciamos un pequeño ciclo de cine como punto de encuentro y lugar de expansión del colectivo. Estos ciclos se fueron proyectando en la que sería la sede de la Federación de Barrios de Zaragoza (FABZ), en la Calle San Vicente de Paúl, esquina con la Calle Mayor.
Rebusco en mi memoria y hay muchos recuerdos de esa época, conversaciones, confesiones, actos valiosos, gente admirable, y me quedo con una persona especialmente frágil que se convirtió en el guardián de los numerosos gatos que pululaban por aquella casa. Se llamaba Vicente; su opción sexual seguramente era el menor de sus problemas, él era de otra época, extremadamente sensible, muy vulnerable. Varias veces fue objeto de agresiones verbales y no verbales, su aspecto de “diferente” de “raro” provocaba la ira de algunos y algunas. No militaba, simplemente estaba. Hace muchos años que no sé de él. Alguna vez nos encontrábamos por algún bar y era difícil sustraerse a sus requerimientos de atención y de cariño. Para mí podría ser el símbolo de aquella época, el referente  por el que tenemos que luchar.

Todos los años acudo a la manifestación del 28 de junio, día del Orgullo Gay-Lésbico-Trans. Cuando la manifestación inunda la calle de colorido y de música me siento más que orgullosa, porque es algo de lo que formo parte.
He dejado un poco de mí para que en esta ciudad tan estrecha de miras a veces, podamos hacer sonar los pitos y los tambores y nos tengan que mirar, nos tengan que ver; pero no dejo de preocuparme porque no todo está conseguido con la “normalización”.
Hace más o menos diez años que hemos conseguido formalizar una manifestación en esta nuestra ciudad, hace unos dieciocho años del GLGL, yo ahora asisto a bodas de amigos y amigas, veo a personas que acuden al 28-J totalmente desinhibidos y alegres… parece que la homosexualidad está de moda, somos económicamente rentables… pero no dejo de preocuparme. Somos conscientes de todo lo que esto ha costado, y  por otro lado, ¿era esto lo que queríamos? Esos jóvenes de los que sé cada día menos acuden sólo a los actos lúdicos; quiero creer que alguno y alguna militarán… ¿Y qué ha sido de la lucha en el ámbito privado, en nuestro trabajo, en nuestra familia, en nuestro entorno cercano?… no dejo de preocuparme…Y lo de los guetos en grandes ciudades, ¿a qué responde? La mayoría de los colectivos lésbico-gays mantiene una tensión entre el colectivo de chicos y chicas, hay luchas internas por el control de los órganos de representación, y en muchos de estos colectivos la vertiente lúdica gana por goleada al carácter reivindicativo… no dejo de preocuparme y no dejo de acordarme de personas como Vicente que necesitan que haya otros que luchen y no se olviden de los que no fueron tan afortunados por cuestión de género, etnia, país de nacimiento, educación, familia…

Luisa Broto Bernués