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zaragoza rebelde – 1975, 2000 – movimientos sociales y antagonismos

VEINTE AÑOS CON EL SUR. Acción Solidaria Aragonesa

Una cita en el Centro Pignatelli de Zaragoza, convocada en la prensa local a las 20 h. de un día cualquiera del mes de marzo de 1985, para reflexionar y debatir qué hacer ante el problema de la sequía del Sahel, fue el origen de ASA. Los convocantes, Colectivo por la Paz y el Desarme, Asociaciones de Vecinos, Comité cristiano de Solidaridad Oscar Romero, quedaron gratamente sorprendidos por la presencia y variedad de gente que llenó la sala 12 del Pignatelli.

La idea de organizarse y dar cauce a sentimientos compartidos por mucha gente fue sentando las bases ideológicas de lo que sería Acción Solidaria Aragonesa. Se definió una organización,
– Plural y abierta en los aspectos confesional y de adscripción a un partido, pero comprometida con la defensa de un orden mundial basado en la justicia, la solidaridad y la igualdad entre los pueblos. Valores que se enmarcan en una crítica radical (en el sentido literal: profunda, que va a la raíz de los problemas) al estado de cosas existente.
– Crítica con el modelo de desarrollo capitalista imperante y, por ello, comprometida en la defensa de una concepción de progreso respetuosa con la naturaleza y propiciatoria de una relaciones sociales igualitarias y solidarias entre todos los pueblos del mundo.  Defendiendo, apoyando y cooperando, en la medida de sus posibilidades, con todas aquellas iniciativas y proyectos que, partiendo de los propios colectivos y movimientos sociales explotados o marginados del sistema, persigan la construcción de alternativas al modelo desarrollista y consumista que padecemos.
– Comprometida con todas las alternativas favorecedoras de un mundo más justo, igualitario y solidario, donde prime la resolución pacífica de los conflictos, en el que se respeten y profundicen los derechos humanos y en donde se favorezcan los mecanismos de cooperación y participación entre semejantes.
Se eligió para su funcionamiento un modelo asambleario, con el menor grado de dirigencia y en el que las decisiones y las responsabilidades se repartían entre todos. No se querían “profesionales” de la solidaridad, sino trabajo voluntario desde la misma base social.
La autonomía del proceso se garantizaba al delimitar como ámbito de acción la comunidad de Aragón. Se limitaba su crecimiento al ámbito aragonés para así no depender de lugares alejados en la toma de decisiones.

Acción Solidaria Aragonesa

A la hora de pensar el nombre, la mayoría aceptó como bueno el de “Acción”, denotaba la voluntad de ser activos e ir más allá de la reflexión teórica; “Solidaria” marcaba el núcleo duro de todo el proceso: la solidaridad; por último, “Aragonesa” subrayaba la decisión de mantener una presencia en el entorno comunitario. No desagradó la idea de los significados que encerraban las siglas: mango, cogedor, agarradero…

La primera decisión asamblearia fue entrar en la grave crisis de la sequía y la hambruna de Etiopía. Se materializó en una campaña de sensibilización que llegó a todo Aragón. Se aprobó fletar un autobús de dos pisos similar a los buses londinenses, que alguien pudo conseguir. En él se instaló una exposición sobre el hambre en el mundo: su origen, sus causas, sus efectos, las soluciones. Constaba de carteles, fotografías, diapositivas, folletos y “vales–ayuda”, que pedían una colaboración económica para poder comprar harina y enviarla a Etiopía.
Además de la ayuda concreta para el país africano se solicitaba apoyo, por medio de firmas, a una solicitud dirigida a las Cortes de Aragón instando a la creación de un Fondo Aragonés de Cooperación al Desarrollo, y al compromiso de las instituciones de destinar el 0,7 % de los presupuesto anuales a la ayuda al desarrollo. El 31 de octubre de ese año, 1985, todos los grupos parlamentarios firmaban una primera Proposición no de ley instando al Gobierno autonómico a la creación de dicho Fondo.
El territorio de Aragón se recorrió de cabo a rabo: el mapa de las rutas y la multitud de contactos en todos esos lugares pueden dar fe de ello. En todos los lugares se completaba la presencia del autobús con conferencias o talleres. En todos los lugares hubo una excelente acogida.
Para articular la ayuda se contactó con la Plataforma 0,7% de Cataluña, así como con Justicia y Paz. Nuestra idea inicial se modificó y se transformó en el flete de un taller movible que se ocupara de la reparación de vehículos ya que, según las informaciones, había mucha ayuda alimentaria pero el problema de la distribución estaba por resolver. Era julio de 1986 cuando salía el camión para Etiopía con nuestra incomprensión por las dilatadas gestiones burocráticas que entorpecían la materialización de la ayuda.

Desde el principio ASA apostó por la coordinación con otros colectivos “afines”, dedicados a los temas medioambientales, a la paz, a la objeción de conciencia, a los derechos humanos. También en 1986, éramos admitidos en la Coordinadora Estatal de ONGD, recién constituida.
Uno de los problemas que primero surgió fue cómo compatibilizar nuestro compromiso con la injusticia y el desequilibrio del mundo, con los “sures” que teníamos en nuestra comunidad. La solución fue delimitar las tareas de ASA en el ámbito de la solidaridad con los países empobrecidos, y animar e impulsar entre nosotros la pertenencia a otras organizaciones comprometidas con los problemas de aquí. ASA brindaría su apoyo a las causas promovidas por otras organizaciones consideradas afines a nuestros trabajos. La doble o triple militancia revertía en la propia organización que de esa forma se integraba en los diversos movimientos sociopolíticos de la ciudad.
En estos primeros años, se preparó una Guía de Materiales de la paz, la solidaridad y el medio ambiente; se editó el primer número de la revista ¿Y el Sur?; se organizó el I Ciclo de Cine sobre Solidaridad y Dependencia Norte–Sur.
También se empezó a celebrar en 1987, junto con otras organizaciones el llamado “Día de la Solidaridad”, que fue creciendo paulatinamente hasta ocupar una semana en el mes de marzo, con presencia en la calle y actividades que culminaban con una fiesta en uno de los parques de la ciudad. Íbamos ganando presencia social y creando tejido y red con otros colectivos que darían su fruto años más tarde en la Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS).
En 1988, el Ayuntamiento de Zaragoza concedía a ASA el Primer Premio por la Paz, en reconocimiento a la labor desarrollada en crear sensibilidad y conciencia solidaria en la ciudad.

El trabajo se organiza en comisiones. En un principio funcionaban tres comisiones: Difusión, Educación y Proyectos.
La de Difusión se encargaba de las relaciones con otras organizaciones, elaboraciones de trípticos, calendarios, tarjetas, relación con medios de comunicación, realización de un boletín, ¿Y el Sur?, que aún se sigue editando. Últimamente, las labores de difusión se asumen en la asamblea por las personas que se consideran más adecuadas para tareas concretas.
La Comisión de Educación coordina la participación en cursos, talleres, charlas, la adquisición y elaboración de materiales educativos, exposiciones, relación con centros educativos.
La labor educativa era fundamental y, por ello, se impulsó un Centro de Recursos para ofrecer materiales  y actividades a centros educativos, centros de profesores, centros sociolaborales. El Centro de Recursos edita periódicamente Guías de Materiales en las que se actualiza nuestra oferta.
Finalmente, la Comisión de Proyectos colabora con iniciativas que surgen de las organizaciones de base de los países del Sur, dirigidas a las necesidades y carencias que ellos vean más cercanas y de mayor importancia. En su mayor parte, son proyectos que potencian la formación, la organización, la defensa de los derechos humanos y la atención a colectivos más vulnerables, pueblos indígenas, mujeres.

¿Tiene futuro ASA? No lo sabemos, pero es indudable que ha cumplido un papel importante en el desarrollo de la solidaridad con el Sur en Aragón, y que su contribución en la tarea de conseguir un mundo más justo tiene sentido. Aun con todo, la clave de su existencia la dará el seguir impregnando nuestras vidas de la preocupación por el otro, con la convicción de que no vivimos aislados, sino relacionados, interpelándonos mutuamente. Si eso sucede  dentro de ASA, o se vive en otras organizaciones, es secundario.