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zaragoza rebelde – 1975, 2000 – movimientos sociales y antagonismos

ZARAGOZA, 14-D. HUELGA GENERAL Y OTROS ACONTECIMIENTOS

A mediados de noviembre de 1988, un tejido amplio de asociaciones juveniles vinculadas a sindicatos, partidos políticos, grupos cristianos, sociales, etc., comenzamos a reunirnos en la calle Espartero, 4, 2º Izda (local donde se ubicaba en aquel año el Consejo de la Juventud de Zaragoza) y creamos la Coordinadora Juvenil contra el Plan de Empleo Juvenil.

El objetivo era paralizar el Plan de Empleo Juvenil (PEJ), la precariedad en la contratación laboral, las políticas de privatizaciones que el PSOE había realizado con el Decreto del PEJ y su política presupuestaria y económica. Y además, recuperar el poder adquisitivo provocado por la inflación, incrementar la cobertura de desempleo, equiparar las pensiones mínimas al salario mínimo interprofesional, y asegurar el derecho pleno de negociación colectiva de los funcionarios.

El Plan se centraba en dar facilidades a las empresas para la contratación de jóvenes, a los que se podría pagar menos, por los que se cotizaría menos a la Seguridad Social, y cuyo contrato se podría rescindir con mayor facilidad.

Yo provenía de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y también participaba activamente en el Colectivo de Jóvenes en Paro.

Desde el Colectivo de Jóvenes en Paro ya habíamos participado también en la Huelga General de 1985, convocada por CCOO y apoyada por CGT, contra la reforma de las pensiones, que aumentaba, de diez años a quince, la cotización a la Seguridad Social para poder recibir las pensiones mínimas. El Colectivo de Jóvenes en Paro, en la Huelga general de junio de 1985, junto con la Asamblea de Parados, realizamos piquetes informativos en el barrio de Torrero, en los mercadillos, en las tiendas. Recuerdo que teníamos cinco furgonetas de la Policía Nacional detrás de nosotros. Un hecho muy significativo para mí fue encontrarme a mi madre comprando en el mercadillo de la calle la Coruña; rompió a llorar al verme con mi hermano junto a los compañeros con los que estábamos informando acerca de los motivos de la huelga. Para una madre es fuerte ver a sus hijos metidos en el jaleo, dándose a notar delante de la gente: lo normal es la resignación, no decir nada y aguantar. Siempre nos decía: «la gente os critica por luchar e ir a las manifestaciones, pero cuando les dan los derechos, los quieren». Por supuesto, cuando nos levantamos esa mañana, no le habíamos dicho que íbamos a ir a realizar piquetes.

También recuerdo que en el barrio, algunos vecinos nos echaron agua para que nos fuéramos. Cuando la Asamblea de Parados bajaba por la Avenida América, la policía detuvo a quince personas; cortaron la calle y empezamos a correr; éramos unas cien personas en el piquete.

En Zaragoza, la Coordinadora Juvenil contra el Plan de Empleo Juvenil realizó bastantes reuniones para analizar la situación; se decidió nombrar a un responsable y me eligieron a mí. Una tarea nada fácil, ya que en la plataforma había distintas formas de entender la acción y de enfocar las causas del problema. Nos tocó reunirnos con los sindicatos para elaborar una tabla reivindicativa y organizar la manifestación en Zaragoza del 14-D. También estuvimos en la manifestación masiva que se hizo en Madrid convocada por las asociaciones juveniles contra el PEJ.

Mi experiencia en la JOC me hacía no estar mediatizado por una identidad política, sindical; eso no quiere decir que no la tenga o que no esté afiliado a un sindicato de clase, pero a la hora de participar en la Coordinadora creo que podía dar un punto de vista más global, menos influenciado por la visión particular. Creo que me eligieron por este motivo.
La JOC, desde la Revisión de Vida Obrera, me ha hecho identificar los hechos, las causas y consecuencias de los problemas, y verlos a través de los ojos de Jesús de Nazaret (donde los pobres, los últimos, son los elegidos). La conciencia obrera y la sensibilidad por cómo vive la gente me la ha dado mi propia experiencia familiar, situaciones de paro, fracaso, las situaciones duras de mucha gente en el trabajo, en los barrios, en la vida. Todo esto, conectado con otras experiencias de luchas, de vivir el sentido comunitario, conmigo y con los demás. La reflexión, y especialmente la enseñanza de vida de muchos militantes, me ha otorgado una referencia, un estilo de vida y una manera de entender el mundo en la que lo que pasa a mi alrededor me importa, me cuestiona, me toca, me dice algo y me hace no quedarme «sentado en el sofá».

El 14-D de aquel 1988 fue un día especial, lleno de luz, de muchas sonrisas; también de tensión, de miedo, de gente dormida por la mañana.
Los sindicatos y las organizaciones preparamos los distintos piquetes y los lugares donde acudir. Desde las cocheras de TUZSA hasta los puentes del Ebro, pasando por los polígonos. Recuerdo cómo paramos en el centro de la ciudad, en las cajas de ahorros, en el Corte Inglés (nunca antes -y nunca después- se había logrado cerrar este centro comercial). Estábamos ilusionados, con ganas; el movimiento obrero estaba consiguiendo uno de sus objetivos: la unidad y la conexión con la gente. Pero más allá de cerrar las empresas, las tiendas, los servicios no esenciales, lo más importante era que las personas tenían claro el porqué de esa huelga general. Se estaba jugando con la dignidad de los trabajadores. Era gracioso que un partido que se decía socialista (PSOE) estuviera tratando a los trabajadores como mercancía barata para el mercado laboral.

Las manifestaciones en España fueron impresionantes; en la de Zaragoza comenzamos en la Plaza San Miguel y llegamos hasta la Gran Vía. Esta la convocábamos CCOO, UGT, CGT, UAGA, y la Coordinadora Juvenil contra el Plan de Empleo Juvenil. Cuando llegué con otra gente del Colectivo de Jóvenes en Paro a la Plaza San Miguel, las calles adyacentes estaban repletas de gente. No cabía ni un alma en la plaza y se respiraba un ambiente de alegría, de fuerza. A la manifestación acudieron más de cien mil personas. Recuerdo que me tocó leer delante de tanta gente, como responsable de la Coordinadora. Sentí miedo, respeto, y también orgullo por representar a la gente que no tiene voz (los jóvenes parados, los eventuales, los subcontratados, etc.). Recuerdo que al compañero que estaba conmigo en la pancarta le decía: «deberías leerlo tú»; y él me dijo: «tú eres el responsable, a ti te han elegido». Pero al final, cuando subí por las escaleras donde estaban los líderes sindicales, se me fue el miedo; creo que Jesús de Nazaret me echó una mano en todo ello; y también toda la fuerza de tanta gente a la que nadie pide permiso para hacer con su vida y sus condiciones laborales lo que les da la gana.

Gracias a la huelga general paralizamos el Plan de Empleo Juvenil, también logramos derechos para las personas mayores de cincuenta y dos años que se quedan en paro, etc. Pero más allá de esto, lo que se había conseguido era que el movimiento obrero con una sola voz defendiera la dignidad de los trabajadores.

A mí me impresionó ver tanta gente, no sólo en la manifestación, sino en la calle por la mañana; el espíritu, la fuerza de personas de todas las edades. Me impresionó sentirme compañero, hermano, de muchos que, como yo, habían dejado la comodidad y la resignación, por otra forma de entender la vida en la que las personas y su realidad es lo que más importan, donde la gente que lo pasa mal (jóvenes y mayores) en tantos trabajos, en tantas realidades (paro, precariedad de un contrato, alquileres, hipotecas, etc.) levantan su voz y su palabra. En ese momento sentí que más allá de eslóganes, más allá de etiquetas, el mundo obrero es capaz de transformar la realidad. Desde la humildad y sin grandes lenguajes, pero dejándose empapar por la conciencia obrera, social.

Quisiera dar las gracias a mucha gente que con su esfuerzo, su militancia en tantos campos de acción y lucha, hacen que cada día podamos mirarnos a los ojos y sentirnos orgullosos de ser trabajadores, de ser «personas» en una sociedad donde lo que prima es el «sálvese quien pueda»; y que desde esa lucha cotidiana, intentan cambiar las causas de los problemas, las condiciones de vida y las estructuras que imposibilitan que los seres humanos, aquí y en otras parte del mundo, puedan vivir con dignidad. Desde mi óptica cristiana, sin ningún tipo de adoctrinamiento y desde una visión política y liberadora, quisiera dar gracias a Dios, como dice el evangelio, «porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla».

Javier González Tesán