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zaragoza rebelde – 1975, 2000 – movimientos sociales y antagonismos

UNA VISION (PARCIAL) DE LA OCUPACION DE LA CASA DE PAZ Y LA SOLIDARIDAD


La casa de Sagasta 52 se ocupó un viernes 13 de marzo de 1987,  justo un año después del llamado “referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN”, en el que casi siete millones de personas (6.872.421 exactamente) votaron No. ¿Dónde estarán hoy aquellos noes?.

El Ayuntamiento de Zaragoza, con el apoyo de la Delegación del Gobierno, la desalojó un jueves 23 de diciembre de 1993 y una tapia de ladrillos sustituyó a la valla enrejada de los años treinta. Entre 1988 y 1993, el Delegado del Gobierno en Aragón se llamaba Carlos Pérez Anadón. Desde 2007 es, entre otras cosas y precisamente, Concejal de Urbanismo, Vivienda, Arquitectura y Medio Ambiente y, por si fuera poco, Concejal Delegado de la Policía Local de Zaragoza.
A pesar de todo, con más o menos actividad, la Casa por la Paz y la Solidaridad estuvo recuperada para diferentes movimientos sociales durante casi siete años. La ocupación más duradera, y posiblemente la más intensa, habida en la ciudad.

En septiembre de 1996, tres años después del desalojo, comenzaron las obras del centro de salud que, desde el 1 de marzo de 1999, ocupa aquel solar. Le llamaron “José Ramón Muñoz Fernández” en homenaje a un médico asesinado en marzo de 1990 por el GRAPO. Había alimentado a algunos presos en huelga de hambre contra la voluntad de éstos y del propio juez.

La elección de la casa no fue casual. Era un chalé de arquitectura ecléctica, construido en 1919. Uno de los últimos ejemplos de esos chalés de la burguesía zaragozana que fueron habituales en los ensanches de la ciudad (Sagasta, Ruiseñores, Universidad …). Unos mil metros cuadrados de jardín, con un cobertizo que había hecho de garaje, y quinientos cuarenta metros útiles repartidos en semisótano dos plantas y ático. Aquello era más selva que jardín cuando entramos, pero era un lugar donde podían hacerse muchas cosas. En ese jardín se pintaría la pancarta de treinta y dos metros que Ecofontaneros desplegó en la Torre Eiffel contra la línea de alta tensión Aragón-Cazaril en 1992.

La casa llevaba veintitantos años abandonada, desde que en 1961 el Ministerio de la Vivienda se la compró a Elena Valenzuela Alfaro, hija de Manuel Valenzuela La Rosa y emparentada con la familia Escoriaza. “Eres más rico que Escoriaza” era una frase popular en la Zaragoza de nuestros padres o abuelos. A los dos o tres días de la ocupación apareció por allí una pareja de personas mayores. Echaron un vistazo por la entrada y lo que había sido el salón, deshecho por los efectos de alguna antigua y malintencionada hoguera. Nadie los conocía. La mujer rompió a llorar. Casi treinta años después, le pudieron la ruina y la desolación. Habían trabajado en la casa, ella como sirvienta, él como chófer. En ella se habían conocido y en ella se habían casado. Agradecieron nuestro trajín arriba y abajo apañando el edificio y se fueron con su tristeza a cuestas.

La intención vaga de ocupar un lugar emblemático llevaba varios años revoloteando entre distintos colectivos zaragozanos. Hacía cuatro años que el ayuntamiento había vendido con aparente entusiasmo la idea de ofrecer un lugar, una “Casa de la Paz”, a grupos pacifistas, solidarios, etc  para que desde ella fueran poniendo en marcha sus iniciativas. Pero había caído al saco de las promesas incumplidas. El mismo destino habían tenido solicitudes de locales hechas al propio ayuntamiento o a la DGA por parte de grupos pacifistas, antimilitaristas como el COA (Colectivo de Objeción y Antimilitarismo) o de solidaridad con el Tercer Mundo. Por otra parte, el fiasco del referéndum había desmovilizado muchas iniciativas, pero también había dejado a diferentes gentes, grupos y colectivos con ganas de seguir dando la vara.

No obstante, por lo que yo recuerdo y sin ánimo de ofender a nadie, la paternidad intelectual, si se puede llamar así, de ocupar la casa de Sagasta 52 corresponde al grupo Arco Iris y en particular a Pedro Arrojo. Perico se fijó en la casa, la única villa que se había salvado de la picota en el paseo de Sagasta, en un estado de abandono tal que los vecinos podían llegar incluso a agradecer su revitalización, ubicada en una zona céntrica y de intensa actividad juvenil, lo que podía facilitar acciones, movimientos, etc.
Indagó sobre la situación legal del edificio, cuya propiedad ni siquiera parecía estar clara, lo que nos podía dar el tiempo necesario para afianzar la ocupación. Al parecer, tras la absorción del Ministerio de la Vivienda por el de Obras Públicas y Urbanismo en 1977 el traspaso de algunas propiedades (entre ellas la casa) al nuevo ministerio y luego a la DGA no estaban claramente definidas.

Paradojas de la burocracia, todas las administraciones tendrían la ley de su parte pero no sabrían cuál debía actuar. Como así ocurrió. Y, paradojas de la política, se acercaban las elecciones (municipales, autonómicas y al Parlamento Europeo en junio de 1987) y el apoyo popular que iba a suscitar la ocupación no recomendaría un desalojo. Apalear a cuatro infelices por querer evitar la ruina de lo que fue un bonito chalé no da votos.

Alguno de los parásitos que, muerto Sainz de Varanda, acabaron tomando el Ayuntamiento en esas elecciones, incluído el ya alcalde González Triviño, hasta acudirían por la casa ocupada a una subasta de cuadros, cedidos por artistas aragoneses para sufragar los gastos de reconstrucción. Que sepamos, en aquella visita ninguno robó nada.

Por último, se hizo creer a la policía que “algo iban a hacer los ecologistas” en la Confederación Hidrográfica del Ebro, con lo que se apostaron algunas “tocineras” en la calle Gil de Jasa mientras saltábamos la valla de Sagasta 52. Cuando se quisieron dar cuenta la ocupación estaba en marcha.

En los días previos al asalto a la casa se habían ido conectando diferentes colectivos (el recién formado –verano de 1986- grupo Arco Iris, el COA, el Grupo Universitario por la Paz, el Comité de Solidaridad con Nicaragua, etc…) y personas independientes, siempre con la necesaria discreción para que no saltara la liebre antes de tiempo. Obviamente, también se había entrado al edificio en varias ocasiones (sin alardes, con nocturnidad) para evaluar su estado real de conservación.

El 13 de marzo a mediodía acudimos a una cita en La Ideal (calle Moncasi) siete personas; entre ellas Pedro Arrojo, José Luis Martínez, Juan Arana, José Antonio Turégano, el que esto escribe, tal vez Norberto y alguno más que no recuerdo. Fuimos a la casa, frente a ella había algunas personas más, en total una docena. José Luis saltó la valla, se quitaron cadenas y cerrojos, se colgaron las correspondientes pancartas explicativas de la acción y se comenzó con el desescombro y limpieza. Toneladas de escombros y basura nos contemplaban. La electricidad se trajo hasta la casa a través del jardín desde la parte trasera de La Ideal.

Algunos, poco después, nos fuimos a comer al “chino” que había junto a Bohemios 2, en el Camino de Las Torres. Allí nos esperaba (¿o había estado ya en La Ideal?) José Luis Trasobares. Y tras el café volvimos al tajo.

Inmediatamente antes de la ocupación se habían presentado las correspondientes solicitudes en los organismos competentes, incluída la Policía Municipal que preguntó con insistencia si se disponía de… “permiso de obras” (?). Algunos policías “de paisano” se acercaron por allí, a alguno se le ofreció una pala para desescombrar y se le pidió opinión, pero ante la presencia  de micrófonos declinó el ofrecimiento y se deslizó discretamente hacia la calle. Y es que, para dar la necesaria difusión a la ocupación, se había convocado a prensa, radio y TV y se había redactado un comunicado firmado por los colectivos organizadores de la acción: “En vez de una ruina, una casa por la paz y la solidaridad”.

En él se manifestaba:

– “Proponemos que en la Casa de la Paz y la Solidaridad puedan establecer su sede todo tipo de colectivos pacifistas, no violentos y solidarios.

– Que se pueda instalar el Centro de Documentación por la Paz y un gabinete de asesoramiento e información sobre el derecho a la objeción de conciencia.

– La acción que iniciamos pretende ser un ejemplo constructivo, estrictamente no violento , animando a cuantas personas y colectivos lo vean interesante a unirse a nosotros, tanto con su presencia física como con su trabajo”

Empezaba una historia entre bloques de viviendas y entidades bancarias, llena de heladoras guardias nocturnas (los primeros días siempre temimos un desalojo), de escombros, de fiestas cada dos por tres (que había que sacar perras o ponerlas), de polvo, de música, de trabajo, de amor al arte, de discusiones, de exposiciones, de asambleas, de colores, de diversidad…. que, con muchos y diferentes protagonistas, duraría más seis años.

En la primera asamblea de ocupantes, celebrada en el jardín, estaban presentes gentes del Grupo Arco Iris, el Grupo Universitario por la Paz, el Comité de Solidaridad con Nicaragua, El Colectivo de Objeción y Antimilitarismo y los grupos musicales Desconcierto (¿o era con “k”?) y Aborto Obligatorio, que habían comenzado a ensayar en las primeras “habitaciones acondicionadas” (todo un eufemismo) entre las ruinas del sótano. Es posible que estuviera representado algún colectivo más. No lo recuerdo.
Más adelante, en el primer año de vida, se irían sumando colectivos como el PADP (Proyecto de Ayuda a Disfunciones Psicosociales), La Comisión Ciudadana Anti Sida de Aragón, MEDOFOSA, Black Zulú, La Cruz Roja Democrática, el Comité Antitaurino y un largo etcétera. Y siguieron ensayando en los sótanos diversos grupos musicales de nombres variopintos y escurridizos.

En noviembre de 1987 me fui a vivir a Pamplona y perdí los vínculos con la casa. Escribiendo esto y viendo papeles viejos me he acordado a menudo de Jesús Angel Pérez Casas, muerto en accidente de tráfico un 9 de septiembre de 2000, que peleó no poco por las ilusiones depositadas en aquella Casa de la Paz y la Solidaridad. Vayan estas líneas en su recuerdo.

Chema Pérez